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¡Que no se pare el juego!

Una reflexión en torno al derecho al juego de la infancia de Alba Batlle, coordinadora del Proyecto Casal en Familia de Barcelona
Fundació IRES
05 enero de 2021

Ya lo decía Platón, «se conoce más a una persona en una hora de juego que en cien años de conversación». Y es que a través del juego se expresa nuestra esencia, pura y transparente, mostrando características a veces desconocidas de nuestra estructura de pensamiento. Además, el juego representa la puerta al descubrimiento, a la curiosidad de lo que nos rodea, de lo que hay por aprender en este mundo, a menudo tanto confuso.

Y todas afirmamos convencidas lo importante que es el juego para el buen desarrollo de los niños y niñas, pero cuántas veces nos dijeron de pequeñas, y seguimos escuchando (e incluso nos seguimos diciendo) «basta de jugar, a hacer los deberes» o «no hace más que jugar, ¿qué puedo hacer para que haga algo de provecho? «… Expresiones que denotan la poca importancia que a menudo se le da a un aspecto tan fundamental para la vida, ya que el juego no sólo forma parte del mundo de los y las más pequeñas, sino que nos acompaña a lo largo de toda la vida.

Y por juego no nos referimos únicamente a la partida de parchís los domingos por la tarde, sino sobre todo al juego entendido como la vivencia de experimentar, sin un objetivo concreto, a diferencia de lo que requiere la atención puesta en ganar la partida. La experiencia de jugar, sin una finalidad específica, nos aporta un aprendizaje mucho más amplio que lo que nos ofrece la estructura diseñada y planificada de cualquier otra actividad lúdica.

En el juego, vemos implicados factores relacionales, psicológicos, sociales, físicos y pedagógicos, a través de los cuales se extraen los recursos desde la propia experimentación, y nos permite ver el modo en que nos relacionamos con el mundo, las estrategias y herramientas que tenemos para afrontar las situaciones que se nos presentan. Qué maravilla cuando paramos a observar todo lo que ocurre mientras un niño juega: toda su atención puesta en comprender qué ocurre cuando moja la arena en agua, o cuando la pintura de colores se mezcla hasta obtener ese color marrón que tanto poco gusta a la mente adulta en busca de la falsa perfección. El juego y la experimentación permiten que las criaturas desarrollen habilidades y conocimientos específicos e identifiquen todo aquello de lo que son capaces. El niño, por lo tanto se descubre a sí mismo a través del juego.

Cuando celebramos el Día Universal delos Derechos de los Niños y niñas en el Casal en Familia, quisimos dar visibilidad a este derecho fundamental y celebrarlo, precisamente, compartiendo un rato de juego y reflexión con todas las familias. La infancia se ha visto afectada por la limitación de este derecho durante la pandemia con escenarios desoladores muy visibles: escuelas cerradas, parques infantiles precintados … Y otros no tan visibles, como los que ha comportado un confinamiento en situaciones vitales, muchas de ellas, precarias.

Para este día, Josefa, una de las madres del Casal compartió con todas las familias del proyecto un cuento escrito por ella misma, pensado y sentido junto con su hijo de 5 años:

Con todo, como siempre, nos guardamos en la mochila de anécdotas y experiencias compartidas del Casal con cada una de las personas que lo hacen posible. Como bien nos cuenta Josefa, no hay mayor regalo, ni mayor tesoro, que uno o una misma. Que no se detenga nunca el juego y podamos seguir acompañando a los niños a emprender este gran viaje de descubrimiento.