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La historia invisible de mi abuela: De niña adoptada en el alma de una familia

El secreto que guardó toda la vida salió a la luz después de su muerte, conectando su legado con mi labor de acompañamiento a niños y niñas adoptados. De sus sombras, hoy nacen luces para otras historias.
Fundació IRES
23 diciembre de 2024

Mi abuela fue adoptada. Yo no lo supe hasta después de su muerte, aunque con el tiempo, trabajando en el equipo de adopciones de niños y niñas con necesidades especiales, he visto que muchas de sus particularidades eran consecuencia de su historia, aunque en aquel momento no era capaz de verlo. Ella murió un 2 de enero, y catorce días después yo comenzaba a trabajar en adopciones, como si este elemento particular tuviera que formar parte de nuestro árbol, como si me hubiera dejado parte de su legado para que pudiera acompañar a otras personas en situaciones similares a las que ella vivió. Destino, coincidencia, una poesía de la vida.

No sabemos casi nada de su historia y tampoco la hemos encontrado registrada en los orfanatos de la zona donde creció. Solo conocemos lo que contó justo antes de morir. Imagino el peso de este secreto durante tanto tiempo; solo lo sabía mi abuelo, y ni siquiera sus hijos lo supieron hasta días antes de su muerte. Mi abuelo había fallecido dos años antes, así que fue fiel a la promesa de no contarlo a nadie. Lo que ella dijo de su historia es que sus progenitores biológicos la dejaron a las puertas de un orfanato con seis años, y su familia adoptiva la recogió allí. A veces lo pienso, y con seis años seguramente tendría algún recuerdo, aunque nunca hubiera hablado de ello ni compartido nada con nosotros.

¿Quién era mi abuela? Una mujer entregada a su familia. Tuvo seis hijos, aunque dos de ellos murieron durante la infancia. Cuidó de los nueve nietos y nietas que tuvo y también llegó a conocer a gran parte de sus bisnietos y bisnietas. La familia lo era todo para ella y nos cuidó y amó hasta el último momento. Ahora recuerdo algunas cosas de ella que me sorprendían y que encajan perfectamente con el hecho adoptivo y con cosas que tal vez también les suceden a algunos niños y niñas de nuestro servicio. Con esto no quiero decir que a todos les pase lo mismo, pero sí que hay cosas similares. Por ejemplo, mi abuela nunca quería celebrar su cumpleaños, supuestamente el 6 de enero. Recuerdo que la noche de Reyes siempre la pasábamos en su casa, veíamos la cabalgata desde su balcón o en la puerta de su casa y cenábamos todos juntos. Aprovechábamos para celebrar su nuevo año, pero ella siempre repetía que no quería celebrarlo. Esto, como niña, me sorprendía mucho. Viéndolo desde lo que sé ahora, tiene sentido no querer celebrar un día que en realidad sabes que probablemente no es el día en que naciste. Sus padres biológicos la dejaron sin ninguna identificación, no tenía partida de nacimiento ni sabía qué día era su cumpleaños. Además, nunca quería aparecer en ninguna foto. Cuando fui mayor, le pregunté el motivo, pero su respuesta siempre era que no le gustaban porque veía en ellas el paso del tiempo, que era mayor y vieja y que no valía la pena hacerlas. Su autoestima siempre fue bastante baja, aunque yo no lo veía así y le hacía las fotos igualmente. Con el tiempo, me he preguntado si era su reflejo, el recuerdo de quiénes podrían haber sido sus padres biológicos, si se parecería a ellos… porque tampoco le gustaban los espejos y se peinaba sin mirarse, en el comedor, con un peine que siempre llevaba en el bolsillo.

Siempre fue bastante reservada, no daba besos ni abrazos y no le gustaba el contacto físico. Pienso que puede estar relacionado con su vida o también puede ser algo de personalidad. Quizás era porque el contacto tan cercano con alguien puede hacerte sentir vulnerable, te acerca, y con el gran peso que llevaba a cuestas seguramente nunca se permitió esa proximidad. Aun así, sabía demostrar su afecto de otras maneras, a través del cuidado y la implicación en el día a día. También tenía cosas muy buenas que yo admiraba profundamente. Lo que más me gustaba de ella es que nunca juzgaba. Podías contarle lo que fuera y siempre escuchaba atenta, dándote su opinión. A veces simplemente se limitaba a decirme que yo era muy joven, que las cosas habían cambiado mucho desde que ella lo era y que entendía que ahora fueran diferentes, que las cosas siempre van cambiando. Fue la única persona de su edad que no se escandalizaba con mis aventuras y decisiones.

Cuando mi abuela murió, mi tía fue a su pueblo para ver si podía obtener alguna información en el orfanato o de la gente del lugar, pero en aquella época no se registraba nada y tampoco quedaba nadie que hubiera estado en ese momento. Ella murió con 96 años, así que sus educadoras o monjas de acogida seguramente habían fallecido muchos años antes. En ese punto pude experimentar los vacíos que generan las historias sin un inicio claro, sin un lugar al que remontarse, con todas las fantasías respecto a los orígenes que puede generar. Ella seguramente se las planteó a lo largo de su vida, pero nosotros, como familiares suyos, también. Le di muchas vueltas a por qué todos queremos saber de dónde venimos, qué nos precede, nuestra historia.

Me dolió mucho no poder compartir todo lo que sé ahora con ella, no poder acompañarla a enfrentarse a sus fantasmas, a poder decir quién era y de dónde venía sin miedo a ser juzgada, sin revivir desde el dolor toda esa parte de su vida. También me duele decir en voz alta su secreto, que seguramente le costó mucho mantener y que le pesó toda la vida, pero pienso que puede ser liberador. Siento que en mi trabajo le hago un bonito homenaje, intentando que ningún niño o niña pueda sentirse tan solo en su camino como seguramente se sintió ella. Que tengan la confianza de hablar, de buscar, de saber y decidir cómo quieren que sea su historia. Porque es cierto que no sabemos de dónde venía, pero tenemos claro quién fue y qué construyó, y, por lo tanto, su historia perdura y está en nosotros.

Desde el Servicio de Adopciones de Niños y Niñas con Necesidades Especiales seguimos buscando familias que quieran y puedan hacerse cargo de un niño o niña. Por este motivo hemos creado la plataforma www.busquemfamiliesespecials.org con el impulso del Instituto Catalán de la Acogida y la Adopción (ICAA).